¡Hola!!!!
Después de varias horas de trabajo, hoy por fin, la casa luce un aspecto
Navideño. Me he hecho un café con leche, me he cortado un hermoso trozo de bizcocho casero y me he sentado a escribir este post.
A decir verdad, no me gusta el frío pero me encanta el mes de diciembre. Es el mes de los encuentros familiares y de las comidas con los amigos, y además celebran su santo mi hermano y mi abuelo (en Bulgaria el día 6 de diciembre es el día de
San Nicolás). Y por supuesto, diciembre es noche Buena y Navidad.
Me trae deliciosos recuerdos de mi infancia, porque sin duda era el mes favorito de todos los niños del cole. No teníamos que ir a la escuela durante 4 ó 5 días, debido a la escasez de carbón (aquellos años en las aulas teníamos estufas que funcionaban con leña y carbón….¡Que ambiente tan acogedor se creaba!!!¡Me encantaba!).
A veces la clase se retrasaba o se suspendía porque el autobús de la profesora se había quedado atrapado en la carretera por la nieve. Que alegría para mi y que dolor de cabeza para mis padres, porque tenían que ir suplicando a sus jefes días de vacaciones y en caso de complicaciones nos llevaban al pueblo con los abuelos… y esto suponía una alegría aún más grande.
En aquella época, el mes de diciembre era el mes de los
plátanos y de las
naranjas, un lujo con mayúsculas. Y por supuesto, de la
Coca-Cola en botella de cristal de 250ml ni os cuento.
San Nicolás marcaba el inicio de las preparaciones navideñas en casa. Mi madre hacia la lista de los platos que iba a preparar para la noche del 24, y que no eran ni uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, sino como mínimo y como marca la tradición SIETE ( siempre impares).
Mi padre, por su parte, se encargaba de conseguir los ingredientes, mientras que nosotros teníamos asignada la tarea de adornar la casa y dibujábamos copos de nieve en los cristales, hacíamos guirnaldas
de papel de color que colgábamos del techo de punta a punta, en tooodas las habitaciones, y papá Noel saludaba en todos los rincones de la casa en forma de dibujo, recorte de revista o muñeco.
Todo tenía que ser perfecto para la noche del 31, cuando Papá Noel entraba por la chimenea y nos dejaba debajo del árbol de Navidad los regalos, que solían consistir en un par de
naranjas, un bolígrafo de dos colores,
chocolate y un libro.
¡Que tiempos aquellos!
Escribiendo esto me traslado a aquellos años y la alegría interna que siento dibuja una sonrisa en mi cara. ¡Me gusta el mes de diciembre! Y sigo disfrutando poniendo las guirnaldas en las habitaciones, los renos y Papá Noeles de todos los tamaños y por todas partes. Hemos puesto el Belén y tarjetas…muchas tarjetas navideñas que hemos ido recibiendo a lo largo de todos estos años de nuestras familias.
Miro a mí alrededor, y me doy cuenta de que ya está todo preparado para la visita del hombre de Laponia.
Bueno, sólo falta un pequeño detalle: un poco de nieve y mucho trabajo para tod@s.